Érase una vez una vez un ser Único, un Sublime Sultan
Absoluto, océanos y océanos de poder, tan lleno de amor, tan tan tan feliz que quiso dejar de ser un secreto y compartir
en totalidad lo que Es. Creó un hijo a su semejanza y se tornó la Fuente Una de
su infinita felicidad, eterno dador, océanos y océanos de poder, amor, dicha y
bendiciones para Su hijo, espejo donde poder verse reflejado y dejar de ser un
secreto incluso para Él mismo. El Rey quiso tener reino y creó a su hijo. Y
cuando fuiste creado, cuando fui creado, cuando el Único Hijo/Hija fue creado me
quedé maravillado de la belleza de la faz de mi fuente, mi amante absoluto y
estallé de dicha, entonces me extendí eterna e infinitamente en todas
direcciones. Y como soy tal como mi Rey y amante me creó, con todas sus
cualidades, continué extendiéndome y a la vez siendo el Único, uno con Él/Ella,
uno con mis creaciones las cuales comparten mis cualidades al igual que yo
comparto las de mi Sultán ya que las creaciones nunca son algo diferente a su
fuente. Quizá en otro estado de Ser como el agua gaseosa, liquida o sólida pero
sigue siendo agua.
Por eso no hay
súbditos en la creación de la Fuente Una, la única diferencia entre la fuente y
su Hijo es que yo me extiendo o creo desde Él/Ella pero yo no he creado a mi
creador. Por lo demás soy igual a la fuente de mi pulsión. Yo soy un Rey al
igual que él pero él es Majestad de Reyes. Es la única diferencia entre el
Amantísimo y yo, diferencia que desaparece al contemplar la dichosa sorpresa de
su rostro. No hay súbditos en la creación porque no hay nada que no comparta lo
que el Secreto Manifestado es. No soy un principito, soy un Rey/Reina como mi fuente quiere que sea y su voluntad es la mía.
Parece soberbia escribir ese recuerdo inmemorial de que soy
el Único Hijo/Hija y que soy igual a mi Padre/Madre, al que en ocasiones llamamos
Dios, en latín Deus y en griego Zeus. Sin embargo, creerme igual al mitológico
Zeus es reducir al verdadero Úno a la sombra del pelo de la pata de una mosca
en una película descargada de internet pero grabada con cámara en un cine (BR
Screener) y esa misma imagen vista con ojos legañosos a través de una bola de
cristal, ósea, al revés.
Lo que tú eres y lo que yo soy es lo mismo en la fuente pero
no lo entenderé nunca a través del cerebro ya que Dios, Alláh, el Tao, el Gran
Espíritu o la fuente de todo lo que es, es Celebración y no cerebración.
Mi naturaleza es
reflectante. Metafóricamente soy el secreto, el espejo y el espacio entre ambos,
el amante se reconoce en Él y yo me reconozco en el amante.
Y entonces, hace millones de años, en la totalidad, en un
tiempo sin tiempo, por un instante quise ver si había algo en la otra cara del
espejo y vi Nada.
Y por un instante tuve
una idea diferente sobre mí mismo y en la nada, en base a nada, sin ningún
material ni sustancia con que crear, fabriqué un cerebro al mando de unos ojos,
un olfato, unos oídos y una piel para experimentarme a mí mismo en base a esa
nueva idea sobre mí. Como no hubo forma de deshacerme de mi naturaleza
reflectante y como no había espejo donde verme reflejado y reconocerme, en esa nueva
idea se proyectó un mundo nuevo reflejo de mi nueva idea sobre mí.Y el cerebro se transformó en un traductor del nuevo mundo fabricado en base a nada y buscador de reconocimiento, amor y alimento en la nada que me dejó tan confuso, tan perdido, tan ninguneado por mí mismo, tan dolido que sentí una culpa y vergüenza tremenda por alejarme de la fuente. En mi desesperación no soportaba en soledad tal carga y me dividí en infinidad de cerebros, unos más desarrollados que otros para poder crear una escala de descarga de culpa y de esa manera difuminar el dolor. La manera de proyectar la culpa era castigando al otro cerebro. Y entre ese intervalo de culpa-castigo nació el reloj, y el reloj pareció hacerse eterno. Extendiéndolo como un chicle para poder recuperarme entre castigo y castigo. Esa descarga me producía alivio pero luego, como era algo fuera de mi naturaleza me producía más culpa y debía fabricar más cerebros con cuerpo para poder proyectar y descargar el dolor, el desgarro de la partida del palacio original. Y ese dolor creciente propició que cada cerebro se dividiera en infinitas dimensiones, en infinitos mundos y de esa manera poder escapar del castigo. Pero las ideas no abandonan su fuente y no encontraba escapatoria.
Cambié el rostro del Amantísimo por el rostro de la culpa y la vergüenza. No entendía nada con la mente original que no puede ni quiere estar separada de su fuente y el cerebro fue el instrumento traductor del reflejo de una idea espontánea, curiosa, brillante, mas sin reflejo de la fuente ya que en la nada, en nada se puede posar la luz. En la fuente pura inocencia, bendiciones, vida, dicha y unidad en continua constricción expansiva. En la nada se separó la constricción de la expansión y comencé a navegar en un mar con oleaje, subidas y bajadas, día y noche, hombre y mujer….
En la Fuente lo que está vivo tiene vida eternamente.
En el
Cuento de lo Fabricado en la Nada creé la muerte de los cuerpos para que, como
no encontraba escape de la culpa en mí mismo por mucho que me dividiera, poder
culpar al Padre Madre de haberme abandonado. Fue entonces cuando se creó otro
Dios virtual llamado Ego con necesidad de devoción.
Todo procede del Uno y todo debe retornar al Uno
"Plotino"
El cerebro se fabricó en la Nada y su naturaleza es entender Nada. Solo sé que no sé nada dijo Sócrates. Creo entender desde el
cerebro pero tanto las ideas como las civilizaciones de la Nada acaban cayendo.
Hay un saber cercano a la fuente que el cerebro nunca captará ni los ojos,
oídos, nariz y piel que gobierna pero de algún modo podemos sentir. Es el canto
de los ángeles que el Amantísimo nos cantó para retornar del Mí al Ser. Son los
Ángeles del Sabor. El amante, para que goces no te cuenta a que sabe la miel
sino que la deposita en tus labios. Yo soy ( tu eres)el Celebrado por la
Eternidad, Ebrio de Dicha en continua expansión. No reconoceré ese placer si
continúo creyéndome sobrio en mis ideas basadas en el tiempo pasado que solo
existe en la Nada. El sabor me llegará sin ningún tipo de interpretación
cerebral. Este es mi idioma, el idioma que el hijo habla con su madre. Quizá
todavía me parezca confuso al igual que un despertar luego de un sueño
profundo. Sabré que es mi idioma porque tras millones de años al fin me reconoceré.
Es mi lengua materna y por mucho tiempo que haya pasado, la voz de la madre se
reconoce enseguida.
Creé el cerebro para reconocerme en una idea separada de mi
verdadera identidad y mendigué reconocimiento y sustento durante eones. Acabé exhausto y
decidí buscar el Reino de mi Rey, (a mí mismo), e intenté recordarme mirando a
la parte de atrás del espejo. Me encontré en la nada, como Buda me di cuenta
que todo era efímero y creí que la Nada vacía de toda proyección era el Reino.
Y eso, a la larga me sumió en una profunda soledad, una profunda tristeza. No
quería seguir luchando, no quería seguir jugando a derrotar y ser derrotado a
culpar y ser castigado, a castigar y ser culpado, a intentar robar a otra parte
de mí mismo lo que creí haber perdido. Me busqué a mí mismo sin darme cuenta
que no quería deshacerme de la idea fabricada de mí mismo y continué vagando,
esta vez ausente, autista en el océano sin sustancia. Entonces, tras una inspiración miré a la
cara al Ego, al dios de la Muerte, el dios que quiere que mueras una y otra vez
pero no del todo porque sabe que si mueres del todo a la idea fabricada de ti
mismo, desaparece el tiempo, el tiempo necesario entre culpa y castigo y sin
sufrimiento el Dios Ego carece de sentido, ya no tiene valor para mí y lo que no
tiene valor para el Hijo de la fuente no existe.
Miré a la cara al Ego y decidí morir de forma total con el
pánico que ello conlleva en el mundo de las ideas. Los ojos que miraron y nunca
vieron se cerraron. Un instante de terror total como un instante que ha durado
el cuento que ya he acabado de contar a mi creador y me encuentro de nuevo
reflejando su faz, que risa, ya no hay rastro de dolor ni recuerdo del mismo,
que gozo, cuanto amor, que ganas de seguir expandiéndome, compartiéndome con mi
Amante, no hace falta mirarle porque siempre le veo, no me hace falta saber de
Él/Ella porque nos saboreamos hasta el infinito.
No creas que esto que te he contado es verdad, aquí nunca
sabrás la verdad. Lo que te he contado es una idea de la verdad comparable a un
marinero que se ha bebido un par de botellas de Jägermeister y está mirando a
tierra con un catalejo desde su barco en un día de temporal y nublado a otro
que está mirando con lupa la sombra del pelo de una pata de una pulga. Y el
marinero cree que estar viendo con nitidez esa pata y proclama y defiende que
esa es la verdad absoluta.
¿Sabes que? Voy a tomarme un helado de trufa y vainilla, a
disfrutarlo hasta la medula, profundizando en su sabor, profundizando en como
siento ante ese sabor, a perderme en ese sentir y si enloquezco en el intento
“bendita locura que me cura de la sobriedad”.
¿Qué puedo hacer, oh musulmanes?, pues no me reconozco a mí mismo.
No soy cristiano, ni judío, ni mago, ni musulmán.
No soy del Este, ni del Oeste, ni de la tierra, ni del mar.
No soy de la mina de la Naturaleza, ni de los cielos giratorios.
No soy de la tierra, ni del agua, ni del aire, ni del fuego.
No soy del empíreo, ni del polvo, ni de la existencia, ni de la entidad.
No soy de India, ni de China, ni de Bulgaria, ni de Grecia.
No soy del reino de Irak, ni del país de Jurasán.
No soy de este mundo, ni del próximo, ni del Paraíso, ni del Infierno.
No soy de Adán, ni de Eva, ni del Edén, ni de Rizwán.
Mi lugar es el sinlugar, mi señal es la sinseñal.
No tengo cuerpo ni alma, pues pertenezco al alma del Amado.
He desechado la dualidad, he visto que los dos mundos son uno;
Uno busco, Uno conozco, Uno veo, Uno llamo.
Estoy embriagado con la copa del Amor, los dos mundos han desaparecido de mi vida;
no tengo otra cosa que hacer más que el jolgorio y la jarana.
Mawlana Yalal ad-Din Muhammad Rumi
No soy cristiano, ni judío, ni mago, ni musulmán.
No soy del Este, ni del Oeste, ni de la tierra, ni del mar.
No soy de la mina de la Naturaleza, ni de los cielos giratorios.
No soy de la tierra, ni del agua, ni del aire, ni del fuego.
No soy del empíreo, ni del polvo, ni de la existencia, ni de la entidad.
No soy de India, ni de China, ni de Bulgaria, ni de Grecia.
No soy del reino de Irak, ni del país de Jurasán.
No soy de este mundo, ni del próximo, ni del Paraíso, ni del Infierno.
No soy de Adán, ni de Eva, ni del Edén, ni de Rizwán.
Mi lugar es el sinlugar, mi señal es la sinseñal.
No tengo cuerpo ni alma, pues pertenezco al alma del Amado.
He desechado la dualidad, he visto que los dos mundos son uno;
Uno busco, Uno conozco, Uno veo, Uno llamo.
Estoy embriagado con la copa del Amor, los dos mundos han desaparecido de mi vida;
no tengo otra cosa que hacer más que el jolgorio y la jarana.
Mawlana Yalal ad-Din Muhammad Rumi
Cuento-artículo-venazo místico de:
Antonio Prats para lo oficial.
Ram Pranesh para mis hermanos Neosannias y Tantrikas.
Ahmed para mis hermanos Derviches
Toni Ram para el facebook
Amo y eterno dador de pienso Advance para mi perro Bluki
Colega para mis gatos Tao, Maw y Pizca
Niñoooooo!!! para mi madre
Para mi, yo no me llamo por ningun nombre
No hay comentarios:
Publicar un comentario