miércoles, 1 de junio de 2016

SABOR DE UN SABER DESCEREBRADO


Érase una vez una vez un ser Único, un Sublime Sultan Absoluto, océanos y océanos de poder, tan lleno de amor, tan tan tan  feliz que quiso dejar de ser un secreto y compartir en totalidad lo que Es. Creó un hijo a su semejanza y se tornó la Fuente Una de su infinita felicidad, eterno dador, océanos y océanos de poder, amor, dicha y bendiciones para Su hijo, espejo donde poder verse reflejado y dejar de ser un secreto incluso para Él mismo. El Rey quiso tener reino y creó a su hijo. Y cuando fuiste creado, cuando fui creado, cuando el Único Hijo/Hija fue creado me quedé maravillado de la belleza de la faz de mi fuente, mi amante absoluto y estallé de dicha, entonces me extendí eterna e infinitamente en todas direcciones. Y como soy tal como mi Rey y amante me creó, con todas sus cualidades, continué extendiéndome y a la vez siendo el Único, uno con Él/Ella, uno con mis creaciones las cuales comparten mis cualidades al igual que yo comparto las de mi Sultán ya que las creaciones nunca son algo diferente a su fuente. Quizá en otro estado de Ser como el agua gaseosa, liquida o sólida pero sigue siendo agua.

 Por eso no hay súbditos en la creación de la Fuente Una, la única diferencia entre la fuente y su Hijo es que yo me extiendo o creo desde Él/Ella pero yo no he creado a mi creador. Por lo demás soy igual a la fuente de mi pulsión. Yo soy un Rey al igual que él pero él es Majestad de Reyes. Es la única diferencia entre el Amantísimo y yo, diferencia que desaparece al contemplar la dichosa sorpresa de su rostro. No hay súbditos en la creación porque no hay nada que no comparta lo que el Secreto Manifestado es. No soy un principito, soy un Rey/Reina como mi fuente quiere que sea y su voluntad es la mía.

Parece soberbia escribir ese recuerdo inmemorial de que soy el Único Hijo/Hija y que soy igual a mi Padre/Madre, al que en ocasiones llamamos Dios, en latín Deus y en griego Zeus. Sin embargo, creerme igual al mitológico Zeus es reducir al verdadero Úno a la sombra del pelo de la pata de una mosca en una película descargada de internet pero grabada con cámara en un cine (BR Screener) y esa misma imagen vista con ojos legañosos a través de una bola de cristal, ósea, al revés.

Lo que tú eres y lo que yo soy es lo mismo en la fuente pero no lo entenderé nunca a través del cerebro ya que Dios, Alláh, el Tao, el Gran Espíritu o la fuente de todo lo que es, es Celebración y no cerebración.

 Mi naturaleza es reflectante. Metafóricamente soy el secreto, el espejo y el espacio entre ambos, el amante se reconoce en Él y yo me reconozco en el amante.

Y entonces, hace millones de años, en la totalidad, en un tiempo sin tiempo, por un instante quise ver si había algo en la otra cara del espejo y  vi Nada.
Y por un instante tuve una idea diferente sobre mí mismo y en la nada, en base a nada, sin ningún material ni sustancia con que crear, fabriqué un cerebro al mando de unos ojos, un olfato, unos oídos y una piel para experimentarme a mí mismo en base a esa nueva idea sobre mí. Como no hubo forma de deshacerme de mi naturaleza reflectante y como no había espejo donde verme reflejado y reconocerme, en esa nueva idea se proyectó un mundo nuevo reflejo de mi nueva idea sobre mí.
Y el cerebro se transformó en un traductor del nuevo mundo fabricado en base a nada y buscador de reconocimiento, amor y alimento en la nada que me dejó tan confuso, tan perdido, tan ninguneado por mí mismo, tan dolido que sentí una culpa y vergüenza tremenda por alejarme de la fuente. En mi desesperación no soportaba en soledad tal carga y me dividí en infinidad de cerebros, unos más desarrollados que otros para poder crear una escala de descarga de culpa y de esa manera difuminar el dolor. La manera de proyectar la culpa era castigando al otro cerebro. Y entre ese intervalo de culpa-castigo nació el reloj, y el reloj pareció hacerse eterno. Extendiéndolo como un chicle para poder recuperarme entre castigo y castigo. Esa descarga me producía alivio pero luego, como era algo fuera de mi naturaleza me producía más culpa y debía fabricar más cerebros con cuerpo para poder proyectar y descargar el dolor, el desgarro de la partida del palacio original. Y ese dolor creciente propició que cada cerebro se dividiera en infinitas dimensiones, en infinitos mundos y de esa manera poder escapar del castigo. Pero las ideas no abandonan su fuente y no encontraba escapatoria.



Cambié el rostro del Amantísimo por el rostro de la culpa y la vergüenza.  No entendía nada con la mente original que no puede ni quiere estar separada de su fuente y el cerebro fue el instrumento traductor del reflejo de una idea espontánea, curiosa, brillante, mas sin reflejo de la fuente ya que en la nada, en nada se puede posar la luz. En la fuente pura inocencia, bendiciones, vida, dicha y unidad en continua constricción expansiva. En la nada se separó la constricción de la expansión y comencé a navegar en un mar con oleaje, subidas y bajadas, día y noche, hombre y mujer….







En la Fuente lo que está vivo tiene vida eternamente.





 En el Cuento de lo Fabricado en la Nada creé la muerte de los cuerpos para que, como no encontraba escape de la culpa en mí mismo por mucho que me dividiera, poder culpar al Padre Madre de haberme abandonado. Fue entonces cuando se creó otro Dios virtual llamado Ego con necesidad de devoción.











Adán entró en un profundo sueño y el Vasto Originador sonrió al ver que su hijo se echaba un instante de siesta. La fuente nunca supo nada de lo que yo estaba soñando al otro lado del espejo pero vio que tenía un sueño revuelto y me abrazó, me cantó una canción de bellos ángeles que venían a ayudarme y enseñarme el camino de retorno y de ese modo tener un buen despertar. Al escuchar la melodía de mi Madre comencé a llorar de felicidad en el sueño y al despertar le conté mi aventura y lo contento que estaba al despertar de nuevo y ver su rostro. Y ese cuento es lo que creemos estar viviendo aquí, un repaso de lo que fue un sueño, ni siquiera es un sueño, es un cuento de un sueño. Ya no tengo que despertar, ya estoy despierto, simplemente acabaré de contarle el sueño al padre/madre sin miedos, sin vergüenzas ni culpas ya que fue solo un sueño.




Todo procede del Uno y todo debe retornar al Uno
"Plotino"

El cerebro se fabricó en la Nada y su naturaleza es entender Nada. Solo sé que no sé nada dijo Sócrates. Creo entender desde el cerebro pero tanto las ideas como las civilizaciones de la Nada acaban cayendo. Hay un saber cercano a la fuente que el cerebro nunca captará ni los ojos, oídos, nariz y piel que gobierna pero de algún modo podemos sentir. Es el canto de los ángeles que el Amantísimo nos cantó para retornar del Mí al Ser. Son los Ángeles del Sabor. El amante, para que goces no te cuenta a que sabe la miel sino que la deposita en tus labios. Yo soy ( tu eres)el Celebrado por la Eternidad, Ebrio de Dicha en continua expansión. No reconoceré ese placer si continúo creyéndome sobrio en mis ideas basadas en el tiempo pasado que solo existe en la Nada. El sabor me llegará sin ningún tipo de interpretación cerebral. Este es mi idioma, el idioma que el hijo habla con su madre. Quizá todavía me parezca confuso al igual que un despertar luego de un sueño profundo. Sabré que es mi idioma porque tras millones de años al fin me reconoceré. Es mi lengua materna y por mucho tiempo que haya pasado, la voz de la madre se reconoce enseguida.

Creé el cerebro para reconocerme en una idea separada de mi verdadera identidad y mendigué reconocimiento y sustento durante eones. Acabé exhausto y decidí buscar el Reino de mi Rey, (a mí mismo), e intenté recordarme mirando a la parte de atrás del espejo. Me encontré en la nada, como Buda me di cuenta que todo era efímero y creí que la Nada vacía de toda proyección era el Reino. Y eso, a la larga me sumió en una profunda soledad, una profunda tristeza. No quería seguir luchando, no quería seguir jugando a derrotar y ser derrotado a culpar y ser castigado, a castigar y ser culpado, a intentar robar a otra parte de mí mismo lo que creí haber perdido. Me busqué a mí mismo sin darme cuenta que no quería deshacerme de la idea fabricada de mí mismo y continué vagando, esta vez  ausente, autista en el océano sin sustancia.   Entonces, tras una inspiración miré a la cara al Ego, al dios de la Muerte, el dios que quiere que mueras una y otra vez pero no del todo porque sabe que si mueres del todo a la idea fabricada de ti mismo, desaparece el tiempo, el tiempo necesario entre culpa y castigo y sin sufrimiento el Dios Ego carece de sentido, ya no tiene valor para mí y lo que no tiene valor para el Hijo de la fuente no existe.




Miré a la cara al Ego y decidí morir de forma total con el pánico que ello conlleva en el mundo de las ideas. Los ojos que miraron y nunca vieron se cerraron. Un instante de terror total como un instante que ha durado el cuento que ya he acabado de contar a mi creador y me encuentro de nuevo reflejando su faz, que risa, ya no hay rastro de dolor ni recuerdo del mismo, que gozo, cuanto amor, que ganas de seguir expandiéndome, compartiéndome con mi Amante, no hace falta mirarle porque siempre le veo, no me hace falta saber de Él/Ella porque nos saboreamos hasta el infinito.




No creas que esto que te he contado es verdad, aquí nunca sabrás la verdad. Lo que te he contado es una idea de la verdad comparable a un marinero que se ha bebido un par de botellas de Jägermeister y está mirando a tierra con un catalejo desde su barco en un día de temporal y nublado a otro que está mirando con lupa la sombra del pelo de una pata de una pulga. Y el marinero cree que estar viendo con nitidez esa pata y proclama y defiende que esa es la verdad absoluta.

¿Sabes que? Voy a tomarme un helado de trufa y vainilla, a disfrutarlo hasta la medula, profundizando en su sabor, profundizando en como siento ante ese sabor, a perderme en ese sentir y si enloquezco en el intento “bendita locura que me cura de la sobriedad”.


¿Qué puedo hacer, oh musulmanes?, pues no me reconozco a mí mismo.

No soy cristiano, ni judío, ni mago, ni musulmán.

No soy del Este, ni del Oeste, ni de la tierra, ni del mar.

No soy de la mina de la Naturaleza, ni de los cielos giratorios.

No soy de la tierra, ni del agua, ni del aire, ni del fuego.

No soy del empíreo, ni del polvo, ni de la existencia, ni de la entidad.

No soy de India, ni de China, ni de Bulgaria, ni de Grecia.

No soy del reino de Irak, ni del país de Jurasán.

No soy de este mundo, ni del próximo, ni del Paraíso, ni del Infierno.

No soy de Adán, ni de Eva, ni del Edén, ni de Rizwán.

Mi lugar es el sinlugar, mi señal es la sinseñal.

No tengo cuerpo ni alma, pues pertenezco al alma del Amado.

He desechado la dualidad, he visto que los dos mundos son uno;

Uno busco, Uno conozco, Uno veo, Uno llamo.

Estoy embriagado con la copa del Amor, los dos mundos han desaparecido de mi vida;

no tengo otra cosa que hacer más que el jolgorio y la jarana.



Mawlana Yalal ad-Din Muhammad Rumi



















Cuento-artículo-venazo místico de:  
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Ram Pranesh para mis hermanos Neosannias y Tantrikas.
Ahmed para mis hermanos Derviches
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Niñoooooo!!! para mi madre
Para mi, yo no me llamo por ningun nombre